En las necrópolis del antiguo Egipto, como sucede en las cercanías de los cementerios de hoy, había talleres que, como las funerarias del presente, preparaban a los que se iban al más allá. Ahora, arqueólogos egipcios y alemanes han encontrado más de un centenar de vasijas de la funeraria de la ciudad de los muertos de Saqqara. Su análisis ha permitido identificar las sustancias que usaban para embalsamarlos. Mejor aún, muchas de ellas llevan inscritas lo que contenían e instrucciones de cómo y dónde usarlo para preparar a las momias para la vida eterna.
A pesar de contar con varios papiros de embalsamamiento y de los recientes análisis de varios restos momificados, el complejo proceso de momificación de la civilización egipcia sigue siendo en gran medida un misterio. Se sabía que usaban cera de abeja, betún obtenido del mar Muerto, aceites de cedro procedentes del actual Líbano o de pistacho venido de tierras persas y, en particular, el natrón (carbonato sódico), una sal utilizada tanto para la carne en salazón como para conservar los cadáveres. Pero faltaba cómo, cuándo y dónde usar cada material. Faltaban las proporciones y quedaba por identificar las sustancias concretas a la que se referían algunos términos egipcios, como antiu y sefet, que aparecen muy a menudo en los escritos. Esas instrucciones han aparecido en la cerámica.
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